Transcric aquí un article notablement llarg, però
interessantíssim i amb el qual estic d’acord en la majoria de punts. Es titula “Los
puentes rotos”, és de l’exconseller Antoni Castells, va sortir al País de
dijous i és una resposta a un article anterior de Fernando Vallespín. Castells,
en un cert moment, diu que els ponts entre Catalunya i Espanya estan trencats,
i que si Espanya “de verdad desea reconstruirlos, debería moverse
rápido, con una valentía muy superior a la mostrada hasta ahora”. Jo no gosaria
dir-ho tan contundent, això de que els ponts estan trencats, almenys per a una
part de la població. Però comparteixo la idea que és Espanya, sobretot, qui s’ha
de moure. I, dins Espanya, qui més capaç hauria de ser de fer-ho és el PSOE.
Crec que aquesta és la gran feina actual del PSC, malgrat tots els desastres
electorals anunciats: convèncer el PSOE. Com vaig escriure l’altre dia a
propòsit de la vaga, la nostra esquerra ha de ser capaç de pensar i de
proposar, amb valentia… Perquè realment, anar cap a l’Ítaca aquesta del nostre
Moisès particular, ni parlar-ne!
.
Querido Fernando:
Acabo
de leer tu artículo en EL PAÍS del sábado 10 de noviembre, y quiero felicitarte
por tu ponderación, claridad y prudencia. ¡Ojalá hubiera en España mucha gente
como tú!
Sin
embargo, no puedo resistir llamarte la atención sobre un punto que para mí
resulta muy revelador del problema de fondo que tenemos delante, que no es otro
que el de tratar de ver al menos los hechos que podríamos denominar objetivos
(si es que existen) con un mínimo de coincidencia desde las dos partes,
requisito indispensable para hacer posible el diálogo. Porque un diálogo que
tenga por propósito alcanzar un acuerdo que no sea la constatación de que es
imposible continuar juntos (puesto que también para eso habría que dialogar)
exige unas mínimas bases comunes en la percepción de la realidad.
Te
voy a poner un ejemplo. Una de las cuestiones sensibles que están en el núcleo
del conflicto actual es el de la relación fiscal entre Cataluña y España. Y
aquí, unos podrán opinar que el déficit fiscal es excesivo, incluso muy
excesivo, y otros que es el que debería ser. Pero lo que resulta imposible es
cualquier tipo de diálogo que no parta de la aceptación de que este déficit
fiscal existe y que se sitúa en una horquilla determinada. Pero, claro, si una
de las partes cree que cualquier solidaridad equivale a un expolio y la otra
considera, no ya que Cataluña tiene el déficit fiscal que le corresponde, ¡sino
que es la CA más insolidaria de España! (como las encuestas indican que ocurre
hoy en día, gracias a la tergiversación sistemática a la que se han dedicado
durante años algunos medios y formaciones políticas, ante el silencio
estruendoso de algunos de los que ahora os preocupáis, y de las altas
instituciones del Estado que ahora hablan de quimeras), entonces no ya el
acuerdo, sino simplemente el diálogo, es sencillamente imposible.
En tu
artículo afirmas que “(…) la inmensa mayoría de los tuits [derivados del Manifiesto]
mostraban el desencuentro creciente entre las posiciones independentistas y
aquellas que ponen esperanzas en alguna forma de reconciliación [se debe
entender que refiriéndote a las de los firmantes del Manifiesto]”, y más
adelante señalas que algunos de ellos vienen a decir “(…) vosotros, los que
decís que nos comprendéis, teníais que haberos movilizado antes”.
Quiero empezar por reconocer con toda claridad que el Manifiesto
supone una toma de posición valiente y que se echaba en falta (dejando aparte
el artículo, para mí importantísimo, de Francisco Rubio Llorente, posiblemente
la máxima autoridad de España en materia constitucional, publicado, también en
EL PAÍS, el día 8 de octubre). Especialmente, desde mi punto de vista, por la
proclamación explícita y rotunda que formula en el sentido de aceptar lo que
decidan los ciudadanos de Cataluña respecto a su relación con España.
Sin
embargo, permíteme que te diga que yo creo que es sumamente sesgado y poco
objetivo en el análisis que efectúa del conflicto actual y de las causas que
han conducido hasta aquí. En este punto, el grado de comprensión del Manifiesto
(del que haces gala en tu artículo) es perfectamente descriptible. Te recuerdo
algunas de sus frases: “Los independentistas convierten su particular idea de
España en el chivo expiatorio en el que cargar todos los malestares”, “La
afirmación de que España perpetró agresiones contra Cataluña es una desgraciada
manipulación del pasado, que olvida deliberadamente cómo en los conflictos y
guerras civiles en los que todo el país se vio envuelto, los catalanes, al
igual que el resto de los españoles, se dividieron entre los diferentes
bandos”, “Ni Cataluña está sometida al expolio por parte de España, ni el común
de los españoles alberga sentimiento alguno de menosprecio hacia ella”, “Es
preciso que CiU y otras fuerzas de afinidad independentista asuman sus graves
responsabilidades en la equivocada gestión de la presente crisis económica y en
los abusos en que incurrieron y dejen de exculparse bajo el supuesto expolio
perpetrado por España”. Leyendo el Manifiesto, uno tiene la impresión de
que no existe ninguna causa objetiva que explique que la sociedad catalana haya
llegado a este punto casi de ruptura con el resto de España. Parece como si
todo esto obedeciera a una especie de paranoia.
¿Se
puede analizar con un mínimo de seriedad la situación actual sin hacer ni una
miserable mención a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto
de Autonomía de Cataluña y al proceso que condujo hasta allí? ¿Se pueden
criticar seriamente las exageraciones que sin duda han cometido algunos
hablando de expolio fiscal y no criticar con igual severidad a aquellos otros
que un día sí, y otro, también, han alimentado la idea de una Cataluña
carroñera e insolidaria? ¿Hay que criticar solo a aquellos que dicen que España
roba a Cataluña y no a los que dicen que Cataluña roba a España (el antiguo
presidente de la Junta de Extremadura, en el apogeo del delirio, llegó a
afirmar que Cataluña robó a Extremadura ¡nada menos que inmigrantes!)? ¿Se
puede afirmar seriamente que todo esto no es más que un movimiento táctico de
Artur Mas para esconder los recortes y ganar las elecciones, cuando la política
de recortes viene impuesta por la UE y se lleva a cabo en todas partes? ¿No
resulta un poco ofensivo para la inmensa mayoría de los catalanes que muestra
abiertamente su disgusto, por decirlo suavemente, con la política del Estado
español respecto a Cataluña, plantear las cosas de esta forma? En fin, por no
hablar del daño que ha hecho la campaña obsesiva contra el catalán de algunos
medios y del PP, pretendiendo que en Cataluña existe una especie de persecución
del castellano, que solo existe en la imaginación delirante de quienes lo
afirman (algunos de ellos, por cierto, firmantes del Manifiesto).
Este es el problema, Fernando. Incluso personas como
tú y yo, que podríamos estar dialogando sobre los pilares en los que se
deberían asentar los puentes que hay que reconstruir, vemos la misma realidad
de forma sensiblemente alejada. Allí donde tu ves un enorme esfuerzo de
comprensión y generosidad para con Cataluña, yo veo una toma de posición, en la
que sí aprecio y valoro, como antes te he dicho, el coraje que supone la
importantísima afirmación que realizáis referente a aceptar la voluntad de la
sociedad catalana, pero, en cambio, también veo desgraciadamente unos
planteamientos muy parciales, sesgados e incompletos.
Los
puentes, simplemente, están dinamitados. Ahora va a ser muy complicado
reconstruirlos. Y tú y los firmantes del Manifiesto deberíais ser
conscientes de hasta qué punto para ello la pelota está en el campo de España,
y de que, si de verdad desea reconstruirlos, debería moverse rápido, con una
valentía muy superior a la mostrada hasta ahora y tratando de superar de forma
radical prejuicios que me temo están instalados muy en el fondo del alma
española, que es más propensa a la imposición que no al pacto y a la aceptación
de la diversidad.
No os
engañéis, los nacionalistas radicales no están solo en un lado. No os engañéis,
el nacionalismo que hasta hoy ha hecho imposible que en España se pudiera vivir
en concordia aceptando su diversidad nacional, no es el nacionalismo catalán,
sino el nacionalismo español. Y no os engañéis, no son solo los nacionalistas
radicales catalanes los que han protagonizado esta corriente de fondo que nos
ha llevado hasta aquí. Son muchos, muchísimos, los catalanes que están muy
decepcionados y disgustados, y muy alejados afectivamente ahora mismo del resto
de España.
Y
también somos muchos los catalanes que tenemos la impresión de que lo hemos
dado todo, y más, para dialogar y pactar, y que al final siempre han sido las
instituciones del Estado español las que nos han cerrado la puerta en las
narices.
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